El país político ha estado muy activo en los últimos días. “Ojo con el 22” sentenció el expresidente Uribe, tras salir del arresto domiciliario que lo mantenía recluido en su finca El Ubérrimo. Días después, una encuesta del Centro Nacional de Consultoría (CNC) arrojó una cifra contundente: el 78% de los colombianos no votaría “por el que diga Uribe” en el 2022. Entre tanto, algunos miembros del Partido Conservador y sectores afines están pidiendo la renuncia del senador Julián Gallo de la FARC y su comparecencia a la justicia ordinaria, luego de que la otrora guerrilla admitiera su responsabilidad sobre el asesinato del dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado en 1995.
En el Congreso, se votó esta semana la moción de censura en contra del Ministro de Defensa Carlos Holmes Trujillo. A pesar de que varios partidos habían cuestionado el papel del ministro frente a los denuncias por abuso policial durante las protestas recientes y la seguridad del país en general, la decisión de la Cámara de Representantes fue muy clara: 136 congresistas respaldaron la permanencia de Trujillo en su cargo, frente a 24 escasos votos en su contra. Al cierre de la votación, se escucharon arengas como “¡perdieron los vándalos!” del representante Alfredo “Ape” Cuello.
A propósito del gabinete del presidente Iván Duque, la Ministra del Interior Alicia Arango intentó reunirse esta semana, infructuosamente, con la minga indígena que viene marchando desde sus territorios e hizo una primera parada en Cali. “Esta minga no es reivindicativa, sino política” señaló Arango, al tiempo que el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) siguió su paso hacia Bogotá, buscando reunirse directamente con el presidente luego de rechazar la posibilidad de un encuentro con la comisión que el mandatario había designado para tal efecto.
Aunque esta introducción parezca una colección de noticias políticas del país, los hechos aquí descritos no son aislados. El fenómeno de la polarización política es una realidad desde hace varios años en Colombia, teniendo como consecuencia, en palabras del reconocido politólogo norteamericano Steven Levitsky, “el debilitamiento de las normas básicas de la democracia”. Si bien es cierto que Levitsky asocia la polarización entre los partidos de Estados Unidos con el problema racial, en Colombia existe otra explicación frente a la profunda división que hay entre los sectores de la política nacional: el Acuerdo de Paz con la extinta guerrilla de las FARC y las múltiples narrativas derivadas del mismo.
¿Se debe suprimir la Jurisdicción Especial de Paz (JEP)? ¿Se debe desmontar el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD)? ¿Fumigación con glifosato o no? ¿Listas cerradas en las elecciones de cuerpos colegiados, como parte de una reforma política, o no? ¿Fracking o no? Son algunas de las preguntas que, desde las discusiones del proceso de paz, no han logrado tener un consenso mediano y parece que, de momento, solo admiten dos respuestas posibles: sí o no. Estas dicotomías no han sido discutidas sin caer en las descalificaciones y falacias a las que nos tiene acostumbrados la política colombiana desde que se firmó la paz. Para la muestra, el Congreso de la República.
Lo problemático de todo esto es el riesgo que la polarización supone para la democracia y las libertades civiles. En un contexto como este, los partidos y sus representantes caen en una enemistad profunda, en la que la anulación del otro es el único escenario posible. Los ejemplos abundan: “mi antítesis no puede estar en una instancia de participación política” o “solo estoy conforme si veo a ese dirigente en la cárcel”. Como los partidos canalizan la voluntad popular, o eso es lo que se asume, la polarización también enfrenta a las bases o, en otras palabras, a la ciudadanía. Para la muestra, Twitter.
Así las cosas, la polarización que vemos por estos días, con preocupación, marca un inicio claro de la campaña del 2022. No se trata solo de lo político, pues la pobreza va en ascenso y la clase media está engrosando las filas del desempleo. Este es un coctel peligroso que no distingue régimen ni ideología: se vio con Chávez en Venezuela y con Trump en Estados Unidos. Por lo anterior, la baraja de candidatos presidenciales tiene que ser leída con lupa.
¿Ojo con el 2022?
Este artículo arrancó con una frase muy sugestiva del expresidente Uribe: “Ojo con el 22”. Las próximas elecciones parecen tan cercanas, que el arte de la “futurología” presidencial empieza a cobrar fuerza.
Gustavo Petro: De un lado, Petro es uno de los que mayor provecho saca de la polarización que hemos mencionado: sus discursos replican la anulación del otro, en particular, de la institucionalidad. Aunque es conocido en el país, su techo es bajo por la desfavorabilidad y resistencia que genera. Además, si Alex Char opta por ser candidato, le restará votos en uno de sus grandes fortines: la Costa Caribe.
Sergio Fajardo: El excandidato presidencial tiene la imagen favorable más alta con un 43% según Gallup. A Fajardo le fue bien frente a Petro en regiones como Antioquia, Bogotá y Norte de Santander en el 2018, pero su votación fue baja en la Costa Caribe. Además, el exgobernador de Antioquia empieza a generar resistencia dentro de la Alianza Verde, al tiempo que pierde aliados como Iván Marulanda que ya se lanzó al ruedo.
Carlos Holmes Trujillo: El Ministro de Defensa se echó al bolsillo a los sectores más “puristas” de su partido, gracias a la férrea defensa de la fuerza pública. Sin embargo, Trujillo genera una gran repulsión en el extremo izquierdo de la polarizada Colombia. Algunos sectores urbanos también lo critican por los abusos policiales en algunas ciudades.
Jorge Enrique Robledo: El mayor elector del Polo Democrático en las pasadas elecciones a Congreso rompe filas y, tal como lo anunció meses atrás, sale de su colectividad en busca de la Casa de Nariño. En un comunicado, el Polo señaló que el próximo sábado 24 de Octubre realizará un congreso interno para decidir mediante una votación la salida de Robledo y su MOIR. El senador no la tiene fácil, pues no es tan conocido en varias regiones y algunas de sus posturas ortodoxas y estatistas no son aceptadas.
Alex Char: El exalcalde de Barranquilla y potencial candidato presidencial cuenta con un apoyo robusto en la capital del Atlántico. El balance de su gestión 2016-2019 lo mantuvo entre el 85% y el 95% de aprobación, según Invamer. No obstante, su camino hacia la presidencia empieza a tener escollos, como las acusaciones por corrupción en la contratación durante su alcaldía. Además, tendrá que conquistar votos en el centro y el occidente del país donde, a diferencia de la Costa, la maquinaria no funciona en tiempos presidenciales (el voto es de opinión).
Federico “Fico” Gutiérrez: Al igual que su homólogo barranquillero, “Fico” Gutiérrez culminó su periodo en la alcaldía de Medellín con una buena cuota de aprobación. El exalcalde se ha mantenido vigente ante la opinión pública con su participación en un programa digital de discusión política. No obstante, sin una alianza con un partido cercano en el espectro, “Fico” no tendría una candidatura bien aceitada.
Rodolfo Hernández: El exalcalde de Bucaramanga, que prometía ser el outsider de esta contienda, aún no despega en las encuestas. A pesar de que se ha tomado el trabajo de recorrer el país y aparecer semanalmente en su programa, Hernández no ha impactado a nivel nacional.
Juan Manuel Galán: Aunque Galán ha estado alejado de la discusión política, el buen resultado que tuvo su hermano Carlos Fernando en la elección de alcalde de Bogotá significó un gran empujón para la casa Galán. Juan Manuel está marcando bien en las encuestas, pero no tiene partido y le falta un mayor reconocimiento nacional.
¿Y las mujeres?: Colombia nunca ha tenido una presidente mujer y, en este arranque, sigue sin estar claro quiénes participarán en la campaña de 2022. En la derecha destaca Martha Lucía Ramírez, aunque en realidad no tiene una imagen muy favorable y ha perdido la fuerza con la que se posicionó tercera en el 2014. En el Centro Democrático están Paola Holguín y Paloma Valencia, pero en ese partido nunca se ha optado por una candidata mujer, salvo Ángela Garzón en el caso de la alcaldía de Bogotá, que al final fue “sacrificada” por el apoyo a Miguel Uribe. En la izquierda sobresale Ángela María Robledo, pero no tiene un nicho electoral tan fuerte y tampoco un partido específico: salió del Verde en medio de la polémica por haber aceptado ser fórmula de Gustavo Petro, y se ha distanciado de la Colombia Humana.
Aquí se han incluido algunos de los candidatos con mayor posicionamiento, sin descuidar que, como siempre, hay una larga lista de interesados o mencionados por sus seguidores: Alejandro Gaviria, el rector de Los Andes; Camilo Romero, el exgobernador de Nariño; Alexander López Maya, senador del Polo; Francia Márquez, activista y lideresa social; Jorge Eduardo Londoño, senador y exgobernador de Boyacá; Carlos Amaya, exgobernador de Boyacá; Dilian Francisca Toro, exgobernadora del Valle; y la lista sigue…
Adenda: Roy Barreras renunció al Partido de la U y parece que el Congreso aprobará la reforma que permite el cambio de partido político. ¿Hacia dónde migrará? No es muy clara la respuesta, pero lo cierto es que el Partido de la U se desmembra, poco a poco, y su caudal electoral terminará favoreciendo a unos cuantos partidos de cara al 2022.