¿Un giro hacia el intervencionismo? Colombia y la carrera presidencial en EE.UU.

Orza | ¿Un giro hacia el intervencionismo? Colombia y la carrera presidencial en EE.UU.

Como nunca antes, Colombia se ha visto íntimamente relacionada con el proceso electoral de Estados Unidos. El próximo martes 3 de noviembre, los ciudadanos de la potencia norteamericana decidirán quién va a ser su mandatario los próximos cuatro años, en una de las contiendas más particulares de la historia, ceñida por las limitaciones y cambios propuestos por la pandemia del Covid-19, por la particularidad que caracteriza a cada candidato y por los discursos que se han manejado en esta ocasión. 

Colombia en esta oportunidad no ha sido tan discreta de cara al panorama electoral de Estados Unidos. En la comisión segunda del Senado, célula legislativa concentrada en las relaciones internacionales y la política exterior del país, el senador Iván Cepeda convocó a un debate de control político al que asistió la canciller Claudia Blum. Según Cepeda, el embajador del país en Estados Unidos, “Pacho” Santos, ofreció apoyos directos a la campaña de Trump y ha estado generando espacios con colombianos residentes en el estado.

El expresidente Juan Manuel Santos también ha dicho que funcionarios del gobierno están “ofreciendo ayuda” para la reelección en Estados Unidos de Trump y advirtió que ese comportamiento “es un acto ilegal”. Por otro lado, políticos como Gustavo Petro, María Fernanda Cabal y Carlos Felipe Mejía han hecho continuas intervenciones sobre sus preferencias electorales en el país norteamericano. De hecho, Cabal ha ido un poco más allá, asociando a políticas norteamericanas como Kamala Harris  (fórmula de Biden) y Alexandria Ocacio-Cortez con el anarquismo, y expresando su preocupación de que un gobierno virtual de Biden no intervenga en Colombia ante una agresión militar de Venezuela.

“Estados Unidos y Colombia son amigos cercanos y los amigos cercanos hablan con honestidad. Por eso, como representantes electos de Estados Unidos, tenemos un mensaje muy claro para nuestras contrapartes colombianas: muéstrenos el respeto de permanecer fuera de nuestras elecciones (…) Por el bien de nuestros dos países, este tipo de comportamiento tiene que terminar ahora”, destacaron en un artículo de opinión publicado en la cadena CNN, los demócratas Gregory Meeks y Rubén Gallego.  

El embajador de Estados Unidos en Colombia, Philip S. Goldberg, también hizo un duro pronunciamiento refiriéndose a los políticos colombianos y los instó a evitar involucrarse en los comicios del país norteamericano. Su primer pronunciamiento al respecto, hecho a través de la cuenta de Twitter de la embajada norteamericana en Colombia fue el siguiente: “…el éxito de relaciones entre EE. UU. y Colombia a lo largo de muchos años ha sido basado en apoyo bipartidario. Insto a todos los políticos colombianos a evitar involucrarse en las elecciones estadounidenses”. 

Este apoyo bipartidario se refiere a la neutralidad que los presidentes colombianos han mantenido frente a los gobiernos estadounidenses, independientemente del color político que manda en la Casa Blanca. Así, el expresidente Álvaro Uribe sostuvo reuniones, durante sus ocho años de gobierno, tanto con Bush (repúblicano) como con Barack Obama (demócrata). Aunque bajo el gobierno de Santos, Colombia puso en el plano internacional cuestiones como la legalización de las drogas, apartándose de los intereses de Estados Unidos, al final el Presidente optó por retomar la lucha intensa contra las drogas. Esto último demuestra cómo la política exterior del país sigue alineada con la “estrella polar”, en términos amistosos. 

Tal parece que los actores políticos del país deberían manejar la euforia que generan estas próximas elecciones de una manera más diplomática y discreta, a fin de mantener las buenas relaciones con el aliado internacional más importante que tiene Colombia. Sobre todo porque en este momento cualquier cosa puede pasar.

¿Qué pasará el martes?
El voto anticipado en Estados Unidos permite que millones de ciudadanos ejerzan el sufragio antes del próximo 3 de noviembre. El panorama no es tan claro como muchos creen. Como es bien sabido, la votación en estados como California o Texas ya están definidos desde el inicio de la campaña, pues estos son bastiones demócratas y republicanos desde hace casi treinta años. Así las cosas, la elección está definida por los denominados swing states o estados pendulares, de los que no se puede hacer predicciones sobre su comportamiento electoral porque votan en ambos sentidos.

En promedio, Trump está ganando en Florida con un margen que no alcanza el 1%. Tal como ocurrió en la elección del 2000, en la que Bush tuvo una victoria pírrica sobre Al Gore, este Estado puede ser definitivo en esta elección presidencial. En Pensilvania también hay un campo de batalla. La ventaja de Biden sobre Trump se ha ido estrechando hasta un poco más de cuatro puntos porcentuales, al tiempo que su capital, Filadelfia, es el escenario de protestas por el abuso policial.

Si un candidato gana el voto popular en un estado, así sea por un estrecho margen, se lleva todos los votos para el Colegio Electoral (sólo dos Estados los reparten proporcionalmente). Al final, el ganador es el que se queda con más votos en el Colegio Electoral (como mínimo 270). En ese sentido, es posible que se presente una situación como la de 2016, en la que Trump perdió el voto popular pero ganó en el Colegio Electoral, en donde se quedó con varios estados pendulares.  

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